Violencia, María Cristina Romero
Pasamos frente a la estación del tren, la música jugaba a ser mujer y hombre a la vez. Todo lo veíamos con colores desconocidos, como si la combinación estuviera fuera de lugar, cómo si los sueños se hubieran configurado de otra manera. El viaje parecía eterno, tan largo que la infinidad se hacía pequeña. Corrimos para no perder el tren, al llegar a la estación nos sentíamos confundidos, a lo mejor por la inmensidad del lugar, pero todo se soluciono rápidamente. Subimos y las escaleras parecían de algodón, tan suave que quise probarlo, tan magnífico que anhele soñarlo. De repente te vi sentando frente a la pequeña ventana. No entendí tu presencia, me habías dicho que irías al desierto en camello, que volarías sobre avionetas de papel, me habías dicho que el polo norte lo conocerías junto a un pingüino y que a las estrellas llegarías en compañía de un astronauta; pero nunca me dijiste que viajarías junto a mí, en tren hasta el paraíso. ¡Vaya! Que preciosa sorpresa, otra vez conmigo, tu al lado mío, ahora en un viaje que parecía eterno. Termine de subir los escalones, acomode mis maletines fuera del tren y vi como mis pertenencias volaban lentamente por el aire. Todos hacían lo mismo, era necesario y obligatorio arrojar el equipaje por las ventanas. Saque las galletas, me senté al lado tuyo y entonces te ofrecí una, comimos galletas hasta sentir que las tripas se llenaban de ansiedad por exceso de felicidad. Enseguida sacaste las servilletas con aroma a limón que siempre solías cargar y hasta me sorprendió que en aquel viaje las llevaras, nos limpiamos las boronas, nos secamos la saliva, nos besamos tímidamente, y sentí que el universo caía frente a mí. Entonces quise preguntarte porque viajabas en aquel tren y tu respuesta colapso todos mis sentidos, me dijiste que el viaje era eterno y que la otra dimensión, aquella en la que nos conocimos ya estaba en el pasado. Ahora este viaje era el presente y tú y yo parte del destino, tú todo lo sabías y junto a la muerte planeaste mi presencia en aquel tren. Tus manos temblaban mientras decías todo esto, tus labios por el miedo y como siempre sucedía, pasaron de rosa a azul. Y yo mientras tanto intentaba lanzarme junto al equipaje hacia al vacío, pero comprendí que era demasiado tarde, la nueva dimensión me atrapo, la muerte me tomo desprevenida y tú me cambiaste la vida por un viaje en tren hacia el supuesto paraíso.
Laura Bustamante.
Me gusta ver detrás de estas palabras melosas esa pasión de la muerte que se lleva al amor. La pasión favorita de Poe, la mía. Todo el mundo muere. Todo tiene un final.
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