Yo pensé que no contaría más
esta clase de historias, pero acá estoy contando una más, la que me toco hoy,
cuando la acera y el asfalto se hicieron espuma y todo se consumió. Las casas
se derritieron como el chocolate de una colombina y la tierra blanca y espumosa
simplemente se las trago. No creí que fuera algo típico y común, sé que esta
ciudad inundada de caos y espesos sentimientos, suele ser congestionada, pero
llegar al punto de tragarse la humanidad ¡en vivo y en directo, frente a mí y a mi sorpresa! Fue
desconcertante.
La gente se fue haciendo larga y
estirada hasta convertirse todos en muñequitos animados, como los de mis
historias, como los de la TV, como los de los cartoon del periódico dominguero.
Las casas tragadas por la espuma apenas asomaban la silueta de los techos. Todo
se hizo o muy grande o muy pequeño y yo estaba ahí presenciando todo en vivo y
en directo.
Entonces quise tocarme, ser
muñequito animado siempre había sido mi sueño, me vi las manos, me toque el
cabello, me sentí la lengua y fui como siempre lo había soñado: un dulce,
elegante y divertido muñequito animado. Cerré los ojos por un instante para
cerciorarme que no todo fuera un sueño, los abrí de nuevo y la ciudad ya no era
ciudad, ni el cielo un común o cotidiano cielo. Yo ni siquiera había podido dar
paso alguno, la sorpresa me dejó inmóvil. Camine hacia la calle donde los
carros suelen caminar y vi que todos ya se habían transformado, todos ahora
eran muñequitos animados.
Camine todo el día siendo
muñequito, comí colombinas, viaje hasta Europa y volví rápidamente, conocí
muchas historias de muchas más personas que siempre habían querido ser
muñequitos animados. Quise ir hasta la luna pero cuando llegue a la estación
espacial el vuelo ya había partido, entonces me devolví y saliendo de la
estación halle un boleto, un boleto extraño, de esa clase de boletos que las
personas del mundo real o del mundo animado no suelen fabricar. Pensé que era
de alguien, busqué a mi alrededor pero cuando alce la vista ya no había nadie,
me encontré en el lugar más solitario que me hubiera podido imaginar. Algo
extraño sucedía, me vi las manos de nuevo, me toque el cabello, me sentí la
lengua y aún era muñequito animado, ¿entonces que sucedía?
Tome el boleto, lo abrí, lo leí
y encontré la mejor oferta que hubiera podido encontrar en mi vida, cuando
termine de leer, la panza me grujió y el eco en aquel silencio se hizo eterno,
las manos, por se muñequito animado, se convirtieron en las manos más coloridas
y la emoción me hizo flotar.
Todas mis preocupaciones las de
aquel mundo al que antes pertenecía se hicieron invisibles, el destino, el que
me ofreció aquel boleto, me dejó ser
para siempre parte de la espuma blanca y el asfalto extraño que se trago
la humanidad; me dejó ser para siempre y como siempre lo había soñado un dulce,
elegante y divertido muñequito animado. Tome el boleto, lo acepte, lo partí en
pedacitos, lo revolví en una botella, lo hice agua y lo hice espuma, me grujió
de nuevo la panza y el pacto ya estaba cerrado. Entonces volví a alzar la
mirada y todo había vuelto a la normalidad. Me devolví a la estación espacial
para esperar el próximo vuelo a la luna, pero uno de los agentes espaciales me
dijo que el último vuelo era el que yo había perdido. A la final caminé de
nuevo, encontré una tienda, vi una serpiente limpiando una pecera, me senté en
una mesa, encontré una hoja de papel, me regalaron un pincel y mírenme, acá me
encuentro contando esta dulce historia, como la clase de historias que pensé,
nunca jamás volvería a relatar.
Laura Bustamante
Juro que las críticas hasta ahora son para mí que veo de mí algo en lo que leo. Hace poco con la muerte de una última esperanza tuve un abrupto despertar nihilista. Era medianoche.
ResponderEliminarMe pregunto qué estaba yo haciendo ese abril de 2012 cuando todo el mundo éramos muñequitos. Seguro no pensaba como hoy.
La respuesta es obvia: estaba durmiendo.
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