Me siento ausente. Como si el lugar en
el que estoy no fuera suficiente. Y veo las palabras, los versos, el silencio
de aquellos que me acompañan y siento que no soy nada. Como si mi presencia
fuera una minúscula luz que solo acompaña las sombras de quienes caminan a mi
lado. Mi pensamiento esta atrapado en las melodías que día a día escucho y
mientras va pasando el tiempo, más difícil encuentro liberarlo. Es como si las
palabras me faltaran. Entonces hago listas infinitas de todas las palabras que
a diario leo y escucho, pero no es suficiente, porque son muy pocas cosas las
que logro conjugar. Puedo ver como el mundo se va inundando día tras día de
personas exitosas y entonces me empiezo a preguntar de que esta hecho el éxito
que a veces se aparece en las fotografías de quienes sigo, como una niebla
impalpable y pretensiosa que no tiene profundidad. Así que vuelvo a
buscar mis letras y las busco en los mas hondo, del mar, de la selva, del
campo, en la inmensidad de todo lo que amo, las busco como si no hubiera nada
mas importante que hallar. Es cuando entiendo que el camino es mas largo y
espeso de lo que imaginaba cuando era niña. A veces se pretende demasiado y se
alimenta el sueño con la esperanza de despertar un poco más cerca, más cerca de
todo lo que deseamos, de aquello que siempre hemos buscado alcanzar.
Laura Bustamante
Cesar Vallejo es uno de mis poetas favoritos, cuando leo estos versos, me evoca el tono y la tristeza de este Peruano.
ResponderEliminarHay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!